Comentario
De la derrota militar de Legnano sacaron Federico y sus consejeros las pertinentes lecciones. Los obispos de Maguncia, Worms y Magdeburgro fueron los encargados de contactar con Alejandro III en su residencia de Anagni a fin de preparar una magna conferencia de paz. Esta se celebro en Venecia entre julio y agosto de 1177.
Supuso una solemne ratificación de acuerdos provisionales suscritos en Anagni: reconocimiento de Alejandro III como papa legítimo y consiguiente absolución del emperador; trato honorable para aquellos dignatarios eclesiásticos que hubieran seguido el partido de los sucesivos antipapas; reconocimiento de Beatriz de Borgoña como emperatriz y de su hijo Enrique como rey de romanos; y, en el terreno estrictamente político, establecimiento de la paz entre el emperador y las ciudades lombardas y el emperador y el rey de Sicilia Guillermo II. Alejandro III aparacía como el gran triunfador en esta coyuntura y así lo demostró en su triunfal retorno a Roma.
Tal y como se había estipulado en los acuerdos de Anagni y Venecia, la liquidación del cisma tenía que ir sucedida de la celebración de un magno concilio que el Papa abrió en San Juan de Letrán (III Concilio Ecuménico de este nombre) el 5 de marzo de 1179.
Junto a los embajadores de todos los príncipes de la Cristiandad se reunieron -según testimonio de Guillermo de Tiro- hasta trescientos obispos, a más de abades y clérigos en general. Aunque la presencia era mayoritariamente italiana, todos los Estados del Occidente estaban abundantemente representados. También el Oriente latino (Acre, Trípoli, Belén, Tiro...) dejó oír su voz. La iglesia bizantina -el emperador Manuel Comneno pasaba por simpatizante de los occidentales- se hizo representar por un observador.
Los 27 cánones del concilio cubrieron un amplio campo. Así, junto a la reprobación de los antipapas imperiales, se procedió a la rutinaria condena de simonía y nicolaísmo. Algunas disposiciones tomadas siguen estando vigentes: se exigía la edad mínima de veinticinco años para acceder a funciones pastorales y de treinta para alcanzar el episcopado. A fin de evitar situaciones como la que condujo al ultimo cisma, se estipuló que en la elección de Papa serian necesarios dos tercios de los votos del colegio cardenalicio. A judíos y moros se les prohibía tuvieran esclavos cristianos. Otros cánones afectan al mantenimiento de la paz y tregua de Dios, reprueban los torneos y tratan de proteger a las iglesias de la rapacidad de los laicos, especialmente de las bandas de mercenarios.
Por ultimo, Letrán III manifestó una especial preocupación por las corrientes heréticas que causaban graves estragos especialmente en el Mediodía de Francia. Los cátaros y sus protectores sufrieron una especial reprobación. Los valdenses fueron objeto de una seria investigación y se les prohibió el ejercicio de la predicación, salvo que fueran solicitados para ello por los obispos. El concilio solicitó el apoyo de los poderes laicos para luchar frente al error y extendía la indulgencia de la Cruzada a quienes tomasen las armas para combatir a la herejía.
Letrán III se presentó, en definitiva, como un gran triunfo de la perseverancia de Alejandro III. Pese a que las decisiones de más calado eran las simplemente disciplinares, el prestigio alcanzado por la institución conciliar tutelada por los Papas era incuestionable.